El mundo se divide en dos clases de individuos: los que no son
personas antes del primer café de la mañana y los que sí.
En
ciencia, este fenómeno se atribuye a los llamados ritmos
circadianos, los ciclos de 24 horas que regulan nuestro reloj
biológico en periodos de sueño y vigilia. Lo normal es que el tiempo de sueño en un ser humano comience a medida que se apaga la luz
solar, ya que por naturaleza somos animales diurnos. En esta fase el
cuerpo entra en modo «ahorro de energía»: la temperatura corporal desciende y
dejamos de segregar hormonas. Progresivamente vamos apagando nuestros sistemas.
Dejamos de estar en alerta, disminuyen los reflejos, nos volvemos torpes,
llegando al mínimo de actividad entre las 3 y las 6 de la madrugada.
Estos
ritmos se autoregulan si respetamos una
rutina acorde con nuestros hábitos vitales. Sin embargo, cuando un
individuo no puede descansar respetando lo que dicta su reloj interno, los
ritmos circadianos se desregulan, perdiendo una parte importante de nuestras
capacidades físicas y mentales
Recientes estudios han descubierto que
hay personas que se salen de la norma. Por un lado están las aves nocturnas, cuyos ciclos
circadianos son más largos de lo habitual. Según explican los investigadores
Ibcia Santibáñez Lara y Jorge Sánchez Vega, los «noctámbulos» tienen
desplazados los periodos de sueño y sienten la necesidad de acostarse más
tarde, cerca de las 2 de la mañana.
Además, a diferencia de los demás seres
humanos alcanzan el climax de su actividad y en general son más productivas y
más creativas pasada la medianoche. Si se les obliga a llevar ritmos muy
matutinos y a levantarse temprano, es probable que atraviesen periodos de
somnnolencia excesiva y les cueste arrancar por la mañana, ya que su ritmo
natural las hará levantarse espontáneamente pasadas las 10 de la mañana.
Por otra
parte, las personas con un ciclo circadiano «adelantado» se levantan
espontaneamente entre las
5 y las 6 de la mañana y rara vez se acostarán más tarde de las 11 de la noche.
Estas personas tienden a hacer las tareas que requieran más esfuerzo físico y
mental por las mañanas, y su ritmo de producción decae a lo largo de la tarde.
Si se obliga a estas personas a trabajar en turnos nocturnos es probable que no
se adapten con facilidad al ritmo y pierdan eficacia en sus tareas diarias.
Investigaciones posteriores han
descubierto que existen paralelismos entre los hábitos de sueño y la
personalidad. En ese sentido, el investigador de la London School of Economics,
Satoshi Kanazawa, descubrió que los «trasnochadores» o «aves nocturnas» en
general tienen un coeficiente intelectual por encima de la media.
La conclusión que extrajo el equipo de Kanazawa es que estas personas están
más adaptadas a los tiempos modernos y
han abandonado las costumbres de nuestros ancestros, por ser seres más
complejos y evolucionados. Sin embargo, los noctámbulos son también más
irracionales y en general poco fiables en sus reacciones y conductas. Por contra
y según demuestra un estudio de 2008 dirigido por la psicóloga Marina
Giamnietro, los diurnos, son más ordenados y es poco habitual que desarrollen trastornos de la
personalidad como depresiones o adicciones.
Fuente de información: www.abc.es/ciencia/20130720/
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