
Debido a su
profundidad extrema, la fosa está envuelta en una oscuridad perpetua con
temperaturas glaciales. Sin embargo, el equipo dirigido por Ronnie Glud
comprobó que el nivel de consumo biológico de oxígeno era dos veces más elevado
que en un lugar cercano situado a solo 6.000 metros de profundidad. El análisis
de los sedimentos extraídos en los dos lugares muestra también concentraciones
más elevadas de células microbianas en el Abismo de Challenger. Cameron debía
haber «rascado» un poco más.
Los
investigadores utilizaron un robot submarino de 4 metros y 600 kilos concebido
especialmente para la búsqueda de vida en la fosa, con sensores ultrafinos para
sondear el consumo de oxígeno de los fondos marinos. El equipo también realizó
vídeos del fondo de la fosa. La
presión allí es casi 1.100 veces superior a la que existe en la
superficie. Sin embargo, encontrar comida es un reto aún más grande que
soportar la presión.
Fuente de información: www.abc.es/ciencia/
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