Por primera vez investigadores de la
Universidad de Duke han logrado conectar
los cerebros de dos ratas para
que se transmitan entre sí información que les permita realizar tareas
sencillas, como averiguar qué palanca presionar para obtener un premio. En el
experimento, una de las ratas, algo sedienta, aprendió a presionar una palanca
concreta cuando se encendía una luz para obtener un sorbo agua. Este tipo de
entrenamientos son habituales para los roedores de laboratorio. La otra fue
adiestrada para aprender a decodificar señales eléctricas y convertirlas en un
comportamiento, algo menos habitual, pero que ya es posible desde hace unos
años.
Lo novedoso de este trabajo es que la
actividad que tenía lugar en la corteza cerebral de la primera rata, denominada
codificadora, cuando presiona una palanca se recoge electrónicamente y se
transmite por internet al cerebro de la segunda, la descodificadora, situada en
Brasil. Y curiosamente, este roedor supo interpretar los impulsos eléctricos
que llegaban a su corteza cerebral a través de unos microelectrodos del grosor
de la centésima parte de un cabello y reproducir el comportamiento de la
primera rata, a la que no veía. Es decir, logró presionar la palanca adecuada
para obtener la recompensa guiada únicamente por la información que la llegaba
procedente del cerebro de la rata de Carolina del Norte, ya que ella no recibía
ninguna pista en forma de luz.
Los estudios previos con interfaces
cerebro-máquina permitieron comprobar que el cerebro se adapta fácilmente a
recibir señales que le llegan desde dispositivos externos e incluso aprende a
procesar una luz infrarroja invisible generada por un sensor artificial. Por
eso nos planteamos que si también podría asimilar las señales procedentes de
otro cerebro.
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