Se alimentan de hidrocarburos que
proceden de las profundidades de la Tierra y pueden brillar durante tiempos
inmensamente largos, sin apagarse jamás. Resultan muy
difíciles de estudiar y su origen es incierto. Ahora, las “llamas eternas” revelan
algunos de sus secretos gracias al trabajo de un grupo de científicos del
Departamento de Ciencias Geológicas de la Indiana University Bloomington.
No
suelen ser accesibles al gran público, pero la Ciencia lleva ya mucho tiempo
buscando el porqué de la existencia (y de la permanencia) de estos “fuegos
eternos”, de los que se conocen varios centenares en todo el
mundo. Durante el pasado
año, una bien conocida y espectacular llama en el neoyorquino condado de Erie
ha sido el centro de una investigación que ha logrado revelar su origen.
La publicación es fruto de un proyecto
de colaboración entre el Departamento de Energía de los Estados Unidos y dos científicos de la Universidad de
Indiana, Agnieszka Drobniak y Arndt Schimmelmann, para identificar filtraciones
de gas natural en Indiana y determinar en qué forma éstas contribuyen a la
acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Y
es que, según los investigadores, nos queda aún mucho que aprender sobre la
forma en que los gases de las profundidades logran emerger hasta la superficie
terrestre. Y resulta que a veces, esas filtraciones son lo suficientemente abundantes y duraderas como para producir una llama
que arde eternamente, como la estudiada al oeste de Nueva York.
Otros investigadores, como Giuseppe
Etiope, del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia y que ha
estudiado “llamas eternas” en todo el mundo, asegura que la de Nueva York, que
se encuentra detrás de una cascada en el Chestnut Ridge Park, es la más bella
que ha contemplado jamás. Pero no solo eso. También es la que muestra las
mayores concentraciones de etano y propano jamás encontradas en una filtración
de gas natural. De hecho, aproximadamente el 35% del gas es una mezcla de estos
otros dos gases. El resto es metano.
Analizando al detalle la composición de
los gases de la filtración y comparándolos con los registros conocidos de la
región, los investigadores concluyeron que el gas del Chestnut Ridge Park tiene
su origen en una formación rocosa del Devónico Superior (entre hace 385 y 359
millones de años) que se encuentra a unos 400 metros de profundidad. El gas
alcanza la superficie a través de estrechos pasajes entre las rocas causados
por la actividad tectónica.
Fuente de información: www.abc.es/ciencia/
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