viernes, 3 de mayo de 2013

Urge limpiar el espacio.


Unos 5.000 lanzamientos realizados desde que comenzó la era espacial han ensuciado tanto las órbitas terrestres que ha llegado el momento de empezar a limpiar la basura acumulada ahí arriba y que pone en peligro los satélites en funcionamiento. No basta, por tanto, con reducir el ritmo de producción de más y más basura, sino que hay que pensar ya en tecnologías y estrategias para quitarla, advierten los expertos. Un artefacto que salga al espacio, se aproxime a un viejo satélite apagado y lance una gran red para capturarlo y conducirlo hacia su destrucción controlada es una idea. Otra estrategia posible sería la pesca de fragmentos de basura espacial con una especie de arpón para enganchar y arrastrar el desecho. Los ingenieros estudian diferentes opciones, pero lo que está claro es que hay que actuar cuanto antes. Las medidas para mitigar el problema de la basura espacial, si los diseñadores de satélites y los operadores de misión las implementan adecuadamente, pueden cortar el crecimiento de la población de desechos en órbita. Sin embargo, la retirada activa de basura es necesaria para revertir el crecimiento de fragmentos.
Actualmente, hay unos 170 millones de fragmentos de basura espacial de tamaño superior a un milímetro, según las estimaciones de los expertos, 670.000 de los cuales son mayores de un centímetro y 29.000 de más de 10 centímetros. A las altas velocidades que llevan, incluso los más pequeños suponen un peligro para los artefactos espaciales funcionando, ya que su impacto puede afectar a partes vitales del mismo. Pero cuando tienen ya un tamaño considerable, los efectos son fácilmente catastróficos. Por ejemplo, los expertos de la ESA han recordado que la colisión en el espacio de un satélite estadounidense de comunicaciones (Iridium-33) con un satélite militar ruso (Kosmos-2251) provocó la destrucción de ambos y generó más de 2.200 trozos observables.
El peligro es constante. La misma Estación Espacial Internacional (ISS) tiene que maniobrar de vez en cuando para evitar el riesgo de colisión con un fragmento de basura espacial que podría incluso ser letal para los astronautas: una perforación en el fuselaje y la despresurización del campamento orbital supondría una grave emergencia, en el mejor de los casos.
La basura no está repartida uniformemente, sino que hay algunas órbitas especialmente sucias: las comprendidas entre 800 y 1.000 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre. La concentración aumenta el riesgo para los satélites que operan a dicha altura, pero también facilitaría el desarrollo de misiones de retirada de artefactos viejos o piezas, señalan los expertos.
Aproximadamente 1.000 satélites (sobre todo de telecomunicaciones, meteorológicos, de navegación, científicos y de observación de la Tierra) están activos en órbita actualmente. Su destrucción tendría un coste inmenso.
Existen normas y recomendaciones sobre los artefactos en órbita, como no apurar el uso de los satélites hasta el punto de que puedan fallar y quedar descontrolados, dirigir los artefactos a las llamadas órbitas cementerio donde no supongan peligro para los equipos activos, o los dispositivos de las etapas superiores de los cohetes para favorecer su destrucción rápida por reentrada en la atmósfera. Pero el crecimiento de la basura espacial demuestra que esto no es suficiente.
La empresa Astrium, el gigante espacial europeo, se ha declarado “comprometida con el desarrollo de tecnologías apropiadas para mitigar y solucionar los problemas relacionados con la basura espacial”. Sus desarrollos están enfocados al blindaje y adaptación de los diseños de sus vehículos espaciales para reducir su vulnerabilidad respecto a pequeños desechos y a las últimas fases de misión para evitar que dichos vehículos se conviertan en basura espacial.

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