Las manos y piernas biónicas permiten a
las personas amputadas correr, dar patadas, coger objetos, cocinar, conducir,
maquillarse y camuflarse, casi, como si fueran sus propias extremidades. Pero,
por sofisticada que sea, todavía ninguna devuelve el tacto perdido. Ni la
sensación de una caricia ni el placer de caminar por la arena. El reto que se
ha planteado un equipo de neurobiólogos de la Universidad de Duke (Estados
Unidos) es devolver esa sensación, que las personas con miembros artificiales
vuelvan a tocar y a sentir. De momento, lo han conseguido en ratas, con
una estrategia que requiere un implante cerebral y señales infrarrojas.
Los investigadores colocaron a un grupo
de ratas un implante en el cerebro conectado a un detector de infrarrojos. El
dispositivo se colocó en la zona del cerebro encargada de procesar la
información relacionada con el sentido del tacto para que interpretase la luz
como una sensación de contacto.
En el experimento respondieron tanto al sentido de tacto simulado
por los sensores de luz infrarroja como al tacto real al tocarles los bigotes.
De alguna manera, las células del cerebro pueden procesar ambos tipos de
información: la creada por la luz y la real.
Esta plasticidad del cerebro anima al grupo de Duke a pensar que
se podría estimular una gama más amplia de células neuronales para que el
cerebro se adapte a nuevas fuentes sensoriales .
El
grupo de Miguel Nicolelis lleva años trabajando en fórmulas
que permitan a los tetrapléjicos controlar sus extremidades, tanto
reales como virtuales, con el control de la mente. Lo hacen integrando el
cerebro humano con las máquinas. Entre otros avances, este equipo de
científicos han conseguido que personas sin movilidad en brazos y manos
pudieran mover sus prótesis solo con el pensamiento. O que monos, sin mover
ninguna parte de su cuerpo, pudieran servirse de la actividad eléctrica del
cerebro para mover unas manos virtuales, tocar objetos y reconocer sus
texturas.
Fuente de información: www.abc.es/ciencia/
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