Para localizar
a sus presas en la oscuridad de la noche, los búhos mueven su cabeza de un lado
a otro con una facilidad escalofriante, de forma que incluso pueden mirar
directamente a algo que se encuentre a su espalda. Estas aves pueden girar el cuello de forma extrema,
hasta 270 grados en cualquier dirección, sin dañar sus delicados vasos
sanguíneos y sin cortar el suministro de sangre al cerebro.
Las arterias carótida
y vertebral en el cuello de la mayoría de los animales -incluidos los búhos y
las personas- son muy frágiles y muy sensibles incluso a pequeños desgarros del
revestimiento de los vasos.
En los humanos, los giros
bruscos de la cabeza y el cuello pueden desgarrar los revestimientos de los
vasos sanguíneos, produciendo coágulos que pueden desprenderse y causar una
embolia mortal o un accidente cerebrovascular. Los investigadores dicen que
estas lesiones son comunes, a menudo como resultado de latigazos por accidentes
de tráfico, después de un mal paseo en una montaña rusa o por una inadecuada
manipulación quiropráctica. Sin embargo, los búhos pueden girar su cabeza en
extremo sin que les pase absolutamente nada.
Para resolver el misterio, un
equipo de investigadores estudió la compleja estructura ósea y vascular de la
cabeza y el cuello de distintos ejemplares del búho nival, el barrado y el real
después de su muerte por causas naturales. Las aves fueron meticulosamente
disecadas, dibujadas y escaneadas para permitir un análisis detallado.
El hallazgo más
sorprendente se produjo cuando los investigadores inyectaron un tinte en las
arterias imitando el flujo sanguíneo y giraron manualmente la cabeza de los
animales. Los vasos sanguíneos en la base de la cabeza, justo debajo del hueso
de la mandíbula, se hicieron cada vez más y más grandes, a medida que se
introducía el colorante. Esto contrasta fuertemente con la capacidad anatómica
humana, cuyas arterias tienden a ser más pequeñas y más pequeñas, y no se
inflan como un globo cuando se ramifican.
Los investigadores dicen
que los depósitos sanguíneos contráctiles permiten a la sangre del búho
satisfacer las necesidades energéticas de sus grandes ojos y cerebro, mientras
el animal gira la cabeza. La red de soporte vascular, con sus interconexiones y
adaptaciones, ayuda a minimizar cualquier interrupción en el flujo sanguíneo.
Las manipulaciones extremas
de la cabeza humana son realmente peligrosas porque carecemos de muchos de
estos rasgos protectores de los vasos sanguíneos que se observan en los búhos.
La primera variación
anatómica fue descubierta en el cuello búho, donde una de las principales
arterias que alimentan el cerebro pasa a través de unos orificios en las
vértebras. Las cavidades huecas eran diez veces más anchas que la arteria
vertebral que la atravesaba. Este espacio extra crea un conjunto de bolsas de
aire de amortiguación que permiten a la arteria moverse cuando el búho retuerce
el cuello. La adaptación se encuentra en doce de las catorce vértebras
cervicales en el cuello del búho. Sin embargo, en los humanos la arteria
vertebral abraza las cavidades huecas en el cuello.
Los científicos encontraron
pequeñas conexiones entre los vasos de las arterias carótida y vertebral que
permiten que la sangre se intercambie entre los dos vasos sanguíneos. Esto
permite al flujo de sangre llegar al cerebro sin interrupciones, incluso si una
ruta está bloqueada durante una rotación extrema del cuello.
Fuente de información: www.abc.es/ciencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario