El oído humano puede
aguantar mejor el estrépito de un avión en vuelo rasante o el ruido de un martillo
neumático que el llanto de un niño pequeño.
Para comprobarlo, los autores del informe, Rosemarie Sokol
Chang y Nicholas Thompson, sometieron a los
voluntarios a una serie de pruebas matemáticas mientras
escuchaban sonidos de muy diversa naturaleza, como una conversación entre
adultos o el estruendo de una máquina.
Los balbuceos, los gritos y, sobre todo, los lloros de los niños hacían cometer más
errores a los participantes de la investigación.
Los seres humanos son
hipersensibles a este tipo de expresión vocal, caracterizada por su tono agudo. Parece claro que la evolución nos ha dotado de un resorte psicológico para dejar lo que estamos haciendo cuando
suena la señal de alarma.
En concreto, el gimoteo de los infantes de entre dos y
medio y cuatro años es el ruido más perturbador para los oyentes, ya sean
hombres o mujeres, tengan hijos o no. “Nuestra especie ha sido
diseñada para que no solo sea la madre quien cuide a las crías;
por eso todos respondemos a su llanto”, apunta la psicóloga Sokol Chang.
Fuente
de información:www.muyinteresante.es
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