sábado, 12 de octubre de 2013

El estrés.

    Vivir permanentemente estresados, corriendo de un sitio a otro, angustiados por llegar a final de mes, trabajando sin descanso o afrontando continuos problemas familiares o de pareja que parecen no tener solución puede afectar así nuestra salud.
    Diabetes. Someterse a un estrés permanente aumenta hasta un 45% el riesgo de padecer diabetes tipo 2 en hombres, según un estudio de la Universidad de Gotemburgo (Suecia). De ahí que Masuma Novak y sus colegas sugieran que se empiece a considerar el exceso de estrés como una causa prevenible de la falta de respuesta a la insulina.
    Demencia. Si a los cuarenta vives crónicamente estresado, tu cerebro envejecerá peor y serás más propenso a desarrollar demencia.
    Mucho ruido. Las mujeres que padecen estrés de manera continuada pueden sufrir hipersensibilidad a los sonidos, hasta tal punto que una conversación normal con una intensidad en torno a los 60 decibelios puede resultarles molesta, e incluso dolorosa, para sus oídos.
    Picor. El estrés puede activar las células inmunes en la piel, causando o acentuando enfermedades inflamatorias cutáneas, y aumentando el picor o prurito que generan.
    Infecciones. Las células inmunes de las personas sometidas a estrés crónico son incapaces de responder a las señales hormonales que normalmente regulan la inflamación y, por lo tanto, son más propensoas a sufrir un resfriado. Además, el estrés altera el equilibrio de las bacterias que viven en el sistema digestivo, volviéndonos más sensibles a las enfermedades inflamatorias del intestino.
    Decisiones diferentes. El estrés modifica la forma en la que se toman decisiones, alterando la manera en la que las personas sopesan las ventajas y los inconvenientes de cada opción. En concreto, las personas estresadas se centran más en lo positivo, en las recompensas, y apenas tienen en cuenta los riesgos.
    Colesterol. Los trabajadores con estrés laboral presentan mayor probabilidad de sufrir niveles anormalmente altos de colesterol LDL (colesterol ‘malo’) y niveles excesivamente bajos de colesterol HDL (colesterol ‘bueno’). Además, en sus arterias se observa mayor acumulación de placa ateroma (por depósito de lípidos), que puede acabar obstruyéndolas y causando problemas cardiovasculares.
    Peor en la ciudad. Las personas que han nacido y viven en áreas urbanas muestran un mayor riesgo de sufrir problemas de ansiedad y estrés. Los análisis cerebrales con resonancia magnética revelaron que los urbanitas tienen mayor respuesta al estrés en la amígdala, el área del cerebro que controla las emociones y el humor.
    Fuente de información: www.muyinteresante.es 

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