Un
estudio de la Universidad Emory (EE UU) basado en escáneres
cerebrales indica quelos
hombres con menor volumen testicular están más implicados en los
cuidados paternales.
Según exponen los autores en Proceedings
of the National Academy of Sciences (PNAS),
el tamaño de las gónadas tiene que ver con la producción
de testosterona, y esta
con la energía que los machos invierten en la crianza.
En el trabajo participaron setenta padres biológicos de entre 21 y 43 años de edad, con hijos de uno y dos años. Empleando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores, por un lado, cuantificaron el volumen de los órganos reproductores; y por otro, monitorizaron la actividad cerebral de los padres mientras observaban fotografías de su descendencia. Además, los voluntarios completaron una encuesta sobre su grado de participación en el cuidado de los hijos, con preguntas sobre actividades habituales como el acompañamiento de los niños al médico o la atención durante la noche. "Los resultados indican que los hombres con testículos más pequeños se involucran más en el cuidado infantil y además, al ver las fotos de su prole experimentan estímulos más fuertes en los circuitos del cerebro relacionados con la recompensa y la motivación", afirma el investigador.
Existe una hipótesis evolutiva según la cual todos los organismos tienen una cantidad finita de energía para dedicar al esfuerzo reproductivo, que puede invertirse en la crianza de los hijos o en el apareamiento. Esta teoría sugiere que ambas actividades compiten, de manera que los hombres que dedican más energía a buscar oportunidades de apareamiento se quedan con menos fuerzas disponibles para cuidar de sus hijos, y viceversa. Los datos de otras especies sugieren que la frecuencia de apareamiento se relaciona positivamente con el tamaño de los testículos. Y en la misma línea, al disminuir sus niveles de testosterona, el macho minimiza esfuerzos por aparearse y los canaliza hacia la atención de la prole.
En el trabajo participaron setenta padres biológicos de entre 21 y 43 años de edad, con hijos de uno y dos años. Empleando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores, por un lado, cuantificaron el volumen de los órganos reproductores; y por otro, monitorizaron la actividad cerebral de los padres mientras observaban fotografías de su descendencia. Además, los voluntarios completaron una encuesta sobre su grado de participación en el cuidado de los hijos, con preguntas sobre actividades habituales como el acompañamiento de los niños al médico o la atención durante la noche. "Los resultados indican que los hombres con testículos más pequeños se involucran más en el cuidado infantil y además, al ver las fotos de su prole experimentan estímulos más fuertes en los circuitos del cerebro relacionados con la recompensa y la motivación", afirma el investigador.
Existe una hipótesis evolutiva según la cual todos los organismos tienen una cantidad finita de energía para dedicar al esfuerzo reproductivo, que puede invertirse en la crianza de los hijos o en el apareamiento. Esta teoría sugiere que ambas actividades compiten, de manera que los hombres que dedican más energía a buscar oportunidades de apareamiento se quedan con menos fuerzas disponibles para cuidar de sus hijos, y viceversa. Los datos de otras especies sugieren que la frecuencia de apareamiento se relaciona positivamente con el tamaño de los testículos. Y en la misma línea, al disminuir sus niveles de testosterona, el macho minimiza esfuerzos por aparearse y los canaliza hacia la atención de la prole.
Fuente
de información: www.muyinteresante.es
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