Antes de colapsarnos, podemos expulsar bastante líquido
por los tres millones de glándulas sudoríparas que regulan la temperatura
corporal, aunque lo que tardemos depende de factores como
nuestra forma física, la envergadura y la edad.
Por término medio,
una persona adulta que hace un esfuerzo intenso genera entre 0,7 y 1,5 litros
de sudor a la hora. La gente más activa libera hasta 1,8 litros, y los triatletas –especialidad deportiva muy exigente
que combina natación, ciclismo y carrera de fondo– exudan hasta 4 litros cada 60 minutos.
Según algunos estudios, el ritmo disminuye cuando el
organismo ha perdido entre el 3 % y el 5 % de su peso. Por otro lado, los fisiólogos también han demostrado que nunca dejamos de
transpirar, al margen del grado de deshidratación.
Parece ser que mientras la región cerebral del hipotálamo
siga enviando la orden de sudar a las glándulas, el cuerpo eliminará agua por
la piel. Si dejara de hacerlo, por el
improbable agotamiento de las reservas hídricas, la temperatura interior
aumentaría hasta el punto de lesionar los tejidos. Entonces,
las bacterias intestinales invadirían el flujo
sanguíneo y moriríamos.
Fuente
de información: www.muyinteresante.es
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