No
hay ninguna razón desde el punto de vista dietético o metabólico
para no alimentarse de felinos
como
leopardos o tigres, cánidos –perros, lobos–, roedores u otros
animales carnívoros. Su carne está compuesta de los mismos
elementos nutrientes que la de los herbívoros: agua, proteínas,
grasas y sales minerales.
Si
no lo hacemos normalmente, al menos en nuestra tradición culinaria,
es porque saldría carísimo criar depredadores únicamente para
incluirlos en nuestra dieta, ya que ellos, a su vez, necesitan a
diario importantes cantidades de carne para alimentarse. Tampoco
parece razonable irse al Serengueti a cazar leones, aparte de que son
animales salvajes y agresivos que no parecen muy dispuestos a dejarse
domesticar.
En
todo caso, en nuestra dieta ya figuran de hecho algunos animales
carnívoros, aunque no se trata de mamíferos. Son los peces, que se
alimentan de otros peces. Por otra parte, en épocas de hambrunas,
los seres humanos han recurrido a cualquier solución para
sobrevivir. Además, en
los hábitos gastronómicos de algunas culturas alejadas de las
costumbres occidentales se incluyen insectos, reptiles, como
serpientes y lagartos, monos e incluso perros y gatos domésticos.
¿Quién sabe si nosotros mismos los hayamos comido alguna vez aunque
sin intención? De ahí lo del gato por liebre.
Fuente de información: www.muyinteresante.es
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